La llegada de un nuevo Zelda siempre es una gran noticia, máxime cuando nos estamos refiriendo a un título que tiene su ‘aquel’ y es, por decirlo de alguna manera, continuador espiritual de uno de los cartuchos clave en la historia de los Legend of Zelda. Nos estamos refiriendo al A Link to the Past de SNES y, por supuesto, al The Legend of Zelda A Link Between Worlds.
Cuando llegaron las primeras noticias del desarrollo de este juego y se vieron las primeras imágenes en aquel memorable Nintendo Direct, todo el mundo pensó que nos encontrábamos ante un ‘remake’ de The Legend of Zelda A Link to the Past, el cartucho de SNES de 1992 que impulsó a la saga incorporando muchos de los elementos que con los años han caracterizado todas sus entregas. Es más, tanta fue su influencia que todos los lanzamientos posteriores, sobre todo en Game Boy, Game Boy Color y Game Boy Advance estuvieron influenciados directamente en la concepción gráfica del título de SNES.
Con los años eso cambió y en 1998 otro Zelda que ya conocéis (Ocarina of Time) fue el encargado de meter en vereda a la serie en el mundo 3D. El de los polígonos y demás historias.
A Link to the…
Eiji Anouma, el responsable de The Legend of Zelda A Link Between Worlds para 3DS, siempre ha dicho que no le apetecía lo más mínimo hacer un remake de A Link to the Past y por eso, planteó basarse en el mismo mundo pero desarrollando otro argumento. Y es que si lo pensamos detenidamente, un segundo Legend of Zelda en 3DS que fuera un remake sería… ¿insoportable? Pues sí. Sería demasiado que con casi tres años a sus espaldas, la consola 3D (y 2D) de Nintendo no tuviera un desarrollo original, ‘pata negra’, de uno de sus héroes más carismáticos.
Por suerte el enfoque de Anouma fue aceptado y Nintendo se dispuso a hacer un nuevo juego, al menos argumentalmente, hasta el punto de que nos encontramos ante un título que recuerda al ‘viejo’ de SNES pero cambiando sensiblemente algunas cosas para hacerlo, si cabe, más atractivo. Sobre todo a los nuevos jugadores.
A fin y al cabo, a los más ‘carrozas’ ya sólo con el nombre nos tiene ganados. Bueno, y también con las pantallas de esas verdes praderas de Hyrule en un perfecto 3D que seguramente, muchos de los que estáis leyendo hoy estas líneas, las habréis pateado de arriba abajo hace 21 años. Así que de ‘un vínculo con el pasado’, hemos pasado a ‘un vínculo entre dos mundos’.
Pequeños cambios, pero uno muy gordo
En la partida que nos pudimos echar, comprobamos las pequeñas cosas que Nintendo ha metido para darle algo de alegría al viejo título. Para empezar los escenarios se han rediseñado completamente en 3D, pero son más o menos como los originales de 1992 (básicamente Hyrule). Es curioso cómo a pesar de que han pasado más de dos décadas, el cerebro sigue acordándose de dónde estaba cada cosa: el castillo, nuestra casa, el cementerio y algunas cavernas en las que podíamos coger las míticas porciones de corazones para ir aumerntando la capacidad de vida de Link.
Lo que sí es nuevo es el hogar de Ravio, o mejor dicho la tienda, uno de los lugares que a los jugadores de Zelda de toda la vida extrañará ver. Y es que, a falta de una partida más en profundidad, resulta MUY extraño poder alquilar cualquiera de esos objetos que antes había que currarse superando a un ‘final boss’ de algunas mazmorras y que eran necesarios para acceder a otras partes del mapa de Hyrule.
No sabemos muy bien la razón pero ya casi de primeras, Link podrá hacerse con un gancho, una bomba, una pala, un martillo, un arco y sus flechas o el boomerang, entre otros, por una módica cantidad en concepto de alquiler por tiempo indefinido o, como afirma Anouma, “ilimitado”. ¡Horror! Nos explicamos. Cada objeto que alquilemos no desaparece del inventario hasta que nos matan. Entonces si lo queremos volver a tener, tendremos que ir a la tienda de Ravio y volverlo a alquilar.
Si existe un juego que es el paradigma del ‘método Zelda’ es A Link to the Past, que fue el padre de la mayoría de lanzamientos que llegaron a las plataformas de Nintendo hasta hoy, y en todas ellas, uno de sus pilares fundamentales era que sólo pueden conseguirse ciertos objetos cuando ya tenemos superada la zona del mapa actual, derrotamos a un enemigo y nos ganamos uno de estos ‘gadgets’. Esa evolución lógica del personaje que va ganando poderes salta por los aires con este alquiler que permitirá a cualquier jugador experimentar con objetos que sólo deberían estar accesibles una vez avanzada la aventura.
Es más, por el rato que estuvimos jugando, resulta que esa jugabilidad nueva no es tal y lo único que hace es poner las cosas más sencillas a los jugadores. Es decir, Zelda se ‘casualiza’ para que de primeras los jugadores no se frustren si no saben cómo seguir y se inventa dos categorías de objetos: los de primera y los de segunda división.
Los primeros son los que nos permiten pasar de una a otra porción del enorme mapa de The Legend of Zelda a Link Between Worlds y los segundos son los que nos permiten ir avanzando dentro de cada una de esas porciones. Así por ejemplo, en el rato que estuvimos jugando vimos que en la tienda de Ravio había todo tipo de objetos… pero faltaba uno. El famoso brazalete con el que Link es capaz de levantar piedras. ¿Y sabéis qué obstáculo era el que nos impedía pasar a la siguiente porción del mapa? ¡Efectivamente!, unas piedras.
Así que de esta forma, en Nintendo han realizado una especie de ‘te dejo cogerlo casi todo para que experimentes pero se sigue jugando igual’, lo que resta al juego ese factor sorpresa de recoger un nuevo objeto y empezar a pensar cuál debería ser el siguiente paso en el mapa, o qué obstáculo podríamos derribar con él para entrar en una nueva fase. Ahora, todo eso se acaba por que es más fácil conocer para qué sirve cada cosa y dónde es posible utilizarlo.
No es lo mismo, es mejor
Heredero del aspecto visual del cartucho de SNES, el trabajo de Nintendo en The Legend of Zelda A Link Between Worlds es especialmente meritorio y nos ha llamado la atención el tratamiento 3D de la escena, que está muy, muy conseguida. Es más, esa familiaridad, ese ‘olor a Zelda’ se acaba agradeciendo por que gustará a los que lo conocen y, sobre todo, a los que no tuvieron la suerte de jugarlo en 1992, que redescubrirán a uno de esos clásicos que son de ‘obligatorio cumplimiento’.
Por lo de más, da la sensación de que estamos revisitando al clásico pero que han cambiado las suficientes cosas como para atraernos de nuevo. No en vano nos cuenta otra historia, con dos princesas, que viven en mundos paralelos (Hyrule y Lorule) acosados por un mismo enemigo que ha convertido en pegatinas a sus habitantes.
Por desgracia, en la partida que estuvimos echando no llegamos tan lejos y el famoso poder de Link para convertirse en un fresco pintado en las paredes no lo probamos. Pero viendo el nivel de todo lo demás, os puedo asegurar que dan ganas de salir corriendo a la primera tienda que nos deje reservarlo para asegurarnos de lo vamos a poder jugar desde prontito el mismo 22 de noviembre.
Sin duda, estamos ante uno de los mejores lanzamientos del año, en 3DS y en cualquier plataforma. No en vano se trata del primer Zelda 3D completamente inédito y que, aunque inspirado en un clásico, coge lo justo para elevar el siempre altísimo nivel de la serie. Y a falta de un desarrollo nuevo en Wii U, este será el único que podrán jugar los amantes de una de las mejores sagas de videojuegos de todos los tiempos.
¿Ganas de jugarlo? No, lo siguiente.
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