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- Este debate tiene 5 respuestas, 6 mensajes y ha sido actualizado por última vez el hace 14 años, 1 mes por cybor.
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MalachParticipante
> Alguien escribió en cierta ocasión que si una historia de guerra parece
> moral, no debe creerse. Y alguna vez lo repetí yo mismo. Pero eso no es
> del todo verdad. O no siempre. Como todas las cosas en la vida, la
> moralidad de una historia depende siempre de los hombres que la
> protagonizan, y de quienes la cuentan. Ésta de hoy es una historia de
> guerra, y quiero contársela a ustedes tal como algunos amigos míos me han
> pedido que lo haga. La moralidad la aportan ellos. Yo me limito a ponerle
> letras, puntos y comas.
>
> Base de Mazar Sharif, Afganistán. Cinco guardias civiles, de comandante a
> sargento, perdidos en el pudridero del mundo, formando a la policía
> afgana. Cinco guardias de veintidós llegados hace cinco meses y medio,
> desperdigados por una geografía hostil y cruel, en misión de alto riesgo,
> en una guerra a la que en España ningún Gobierno llamó guerra hasta hace
> cuatro días. Los cinco de Mazar Sharif, como el resto, eran gente
> acuchillada, porque lo da el oficio. Sabían desde el principio que a la
> Guardia Civil nunca se la llama para nada bueno. Y menos en Afganistán. Si
> lo que iban a hacer allí fuera fácil, seguro, cómodo o bien pagado, otros
> habrían ido en vez de ellos. Aun así, lo hicieron lo mejor que podían. Que
> era mucho. Atrincherados en una base con americanos, franceses, holandeses
> y polacos, vivían con el dedo en el gatillo, como en los antiguos fuertes
> de territorio indio. Igual que en los relatos de Kipling, pero sin
> romanticismo imperial ninguno. Sólo frío, calor, insolaciones, sueño,
> enfermedades, soledad. Peligro. Los únicos cinco españoles de la base, de
> la provincia y de todo el norte de Afganistán.
>
> Ellos y sus compañeros habían llegado a la misión tarde y mal, aunque ésa
> es otra historia. Que la cuenten quienes deben contarla. Aun así, con la
> resignada disciplina casi suicida que caracteriza al guardia civil, se
> pusieron al tajo. Como era de esperar, no encontraron la mesa puesta.
> Quien estuvo por esos mundos con militares norteamericanos, holandeses y
> franceses, sabe de qué van las cosas. Sobre todo con los norteamericanos,
> que tienen a Dios sentado en el hombro como los piratas llevan el loro.
> Para hacerse un hueco entre sus aliados, distantes y despectivos al
> principio, no hubo otra que la vieja receta de Picolandia: aprender
> rápido, trabajar más que nadie, no quejarse nunca y ser voluntarios para
> todo. Y por supuesto, tragar mierda hasta reventar. Y así, a base de
> orgullo y de constancia, poco a poco, los cinco hombres perdidos en Mazar
> Sharif se hicieron respetar.
>
> Un triste día se enteraron de la muerte de sus dos compañeros en Qualinao.
> De la pérdida de dos guardias civiles de aquellos veintidós que llegaron
> hace medio año, y de su intérprete. Y pensaron que el mejor homenaje que
> podían hacerles era que la bandera norteamericana que ondea en la base
> fuese sustituida, aquel día, por la española a media asta. Eso no se hace
> allí nunca, aunque a diario hay norteamericanos muertos, los franceses
> sufrieron numerosas bajas, y también caen holandeses y polacos. Así que el
> jefe de los guardias civiles, el comandante Rafael, fue a pedir permiso al
> jefe norteamericano. Accedió éste, aunque extrañado por la petición.
> Saliendo del despacho, el guardia civil se encontró con el jefe del
> contingente francés, quien dijo que a él y a sus hombres les parecía bien
> lo de la bandera. En ésas apareció otro norteamericano, el mayor James,
> que nunca se distinguió por su simpatía ni por su aprecio a los españoles,
> y con el que más de una vez hubo broncas. Preguntó James si los muertos de
> Qualinao eran guardias civiles como ellos, y luego se fue sin más
> comentarios.
>
> A las ocho de la tarde, cuando fuera de los barracones apenas había vida,
> los cinco guardias se dirigieron a donde estaba la bandera. Formaron en
> silencio, solos en la explanada, cinco españoles en el culo del mundo:
> Rafael, Óscar, Rafa, Jesús y José. Cuando se disponían a arriar la enseña,
> apareció el teniente coronel francés con sus cuarenta gendarmes, que sin
> decir palabra formaron junto a ellos. Luego llegaron el mayor James, el
> teniente Williams y veinte marines norteamericanos. Y también los polacos
> y los holandeses. Hasta el pequeño grupo de Dyncorp, la empresa de
> seguridad privada americana destacada en Mazar Sharif, hizo acto de
> presencia. Todos se cuadraron en silencio alrededor de los cinco
> españoles, que para ese momento apretaban los dientes, firmes y con un
> nudo en la garganta. Y entonces, sin himnos, cornetas, autoridades ni
> protocolo, el capitán Rafa y el sargento José arriaron despacio la
> bandera. Una historia de guerra nunca es moral, como dije antes. Si lo
> parece, no debemos creerla. Pero a veces resulta cierta. Entonces alienta
> la virtud y mejora a los hombres. Por eso la he contado hoy.
>
> XLSemanal, 12 de Septiembre de 2010TripodeParticipanteMuy emotivo si señor, lo mejor en ese sitio q se fueran todas las tropas de todos los paises y una vez q no haya nadie lanzar un misil q haga mucha pupita y todos a tomar por culo.
PD: Gitana me he tenido q salir del despacho para ver bien la foto, anda editala y ponla mas pequeñita majete :kiss:
InXsParticipante…mas tarde, en la cantina, repartieron el Jamón y la San Miguel.
ColomboParticipanteGuerra?? que guerra?
enviudadorParticipanteFUERZA Y HONOR
Joer q mal Rollo:S Ojala vuelvan a casa cuanto antes todas nuestras tropas.
un saludo
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