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Un día cualquiera de la semana a mitad de la siesta me suena el teléfono. Una voz desconocida al otro lado de la línea pregunta por mi nombre, tras la pregunta respondo que era yo.
-Fantuzzi Iberia. Afirma el desconocido. -Le llamo para concertar una entrevista de trabajo.
Apresurado, con la vista borrosa, y sin saber realmente si era por la mañana o por la tarde mi despertar de la siesta, busco un boli, un papel, y tomo nota.
Viernes 28, a las 16:00 de la tarde. Junto a estos datos el nombre, la calle, y el recuerdo de alguien interesado que ha tenido que hacer un gran esfuerzo por buscarme un hueco a las cuatro de la tarde. Y encima viernes.
-Algo me dice que es un buen trabajo, que esta vez he tenido suerte. Durante toda la semana mis esperanzas se apoyan en este viernes. Una gran empresa, un trabajo que me gusta. Qué más se puede pedir. ¿Un buen sueldo?
Como si de una carrera con mi propia sombra se tratase salgo pitando del trabajo. Como en casa un plato de macarrones que me ha sentado igual que si me hubiese comido un saco de piedras. Una duchita rápida, bien vestido y, a pesar de que me ha tocado suprimir la siesta por la entrevista salgo algo ilusionado.
Tras varios Kilómetros y un par de eses en la carretera a causa del sueño que tenía, llego a una mezcla de polígono industrial y pueblo. Si es que hoy en día construyen en cualquier sitio…
Primera rotonda a la izquierda, tres calles y a la derecha. Un cartel en la fachada de una nave industrial anuncia el nombre de la calle. Carrer de Chermanels. Me quedo con el detalle de que yo lo había anotado con -G- y bastante sorprendido de haber encontrado el lugar tan rápidamente, a pesar de que el plano de Google Maps y las callejuelas del pueblo no coincidían para nada.
Tres manzanas industriales más abajo y el cegador letrero de Fantuzzi Iberia resplandecía bajo el sol de la tarde. A un lateral, una enorme puerta de metal color azul oscuro ocupaba el centro de la fachada junto con algunas ventanas puestas al azar y varios aires acondicionados.
La puertecilla de entrada formaba parte del imponente portón de metal. En el centro, a la altura de mi cabeza, podía verse la mirilla. El timbre a mi derecha estaba instalado en la hormigonada fachada.
Pasaron escasos segundos después de haber pulsado el desgastado timbre. Unos pasos. El sonido metálico de la cerradura, y tras la puerta, un hombre de unos treintaytantos años de edad, de aspecto descuidado, con un polo de color azul celeste que pretendía hacer memoria para recordar mi nombre. A lo que yo me adelanto afirmándole el suyo y seguidamente le digo el mío.
Me invita a que pase. La nave, un almacén ocupado por algunas cajas de cartón y algo de ropa de trabajo amontonada resultaba bastante vacía. Cruzo el almacén siguiendo a mi entrevistador hasta una pequeña oficina.
Varios póster y algún calendario colgaban de la pared con fotografías de los logros de la empresa. Una pizarra repleta de jeroglíficos y de nuevo otra invitación, pero esta vez para que tome asiento.Comienza mi entrevista. En la mesa dos calendarios más, uno lleno de apuntes y garabatos y otro de los típicos triangulares. Un portátil, y frente a mi el entrevistador buscando algún documento, al parecer de infojobs, que le sirva de chuleta para recordar algo de mi experiencia laboral.
Unos segundos bastaron para poder intercambiar las primeras palabras. La experiencia laboral que tenía le servía perfectamente para que yo encajase en el prototipo de persona que buscaba esta empresa. Sin embargo esto venia a ser poco alentador.
Con cierto descaro mi entrevistador comienza a quitarle prestigio a la empresa de donde vengo. Criticando nuestra forma de trabajo y el tipo de gente que hay en ella. Yo acostado en la silla de la oficina, estaba abierto a todo tipo de discusión, y por lo tanto no hice más que entrar en su juego.
Formas de trabajo, formación, entrevistador y entrevistado chocábamos una y otra vez. Hasta que finalmente cansado de tener una conversación absurda le pedí que me dijese la condiciones de trabajo que ofrecía su flamante empresa en auge.
Una y otra vez escuché lo de "aquí hay muy buen rollo". Con ese buen rollo repetido en varias ocasiones todo me hacía pensar que había algo que no encajaba en lo que me tenían que ofrecer: No pagar las horas extras con la condición de que algunos días iba a terminar antes. Y nuevamente añade que todo es muy diferente a la empresa de donde vengo. Ni tanto, pensé yo.
Sólo era cuestión de tiempo esperar la primera falta de respeto en una empresa tan "seria". El intento de impresionarme diciéndome que trabajan con ordenadores portátiles, cosa que no hace inquietarme lo más mínimo porque en la era de la informática lo raro sería no llevar ninguno. Interrupciones telefónicas a lo largo de la entrevista. Minutos de espera hasta que finalice la llamada. Pago de dietas de 3 euros. Viajar por toda España sin incentivar una sola hora extra…
Nada era lo que parecía, mis ilusiones comenzaron a desvanecerse hasta el punto de sentirme indignado. Esta empresa era como las demás. Necesitaban gente que se dejase engañar bajo un prestigioso nombre y no estaba dispuesto a eso.
Como si no hubiese sido suficiente la humillación de tener que saber las condiciones que ofrecían. Llegó la pregunta que casi me hace saltar de la silla.
¿Por cuanto estarías dispuesto a trabajar con nosotros?
Esperé a que me lo volviese a preguntar. Una mueca de incredulidad se hizo presente en mi rostro.
Insistente el entrevistador se digno a dar explicaciones del porqué de la pregunta.<<-Estamos intentado valorar por cuanto estáis dispuestos a trabajar. Mire, tengo aquí un montón de currículum y todos me han dicho un precio. No es por nada, se lo aseguro.>>
Entramos en el debate de que yo había venido por una oferta de trabajo. Le expliqué que si fuese autónomo le diría un precio.. pero que en este caso era un futuro empleado y no me parecía correcto.
Calculé mentalmente las condiciones que tenía actualmente. El sueldo base, las pagas. Todo.
Si queréis que trabaje con vosotros más de 1300 € al mes tienen que cargarse en mi cuenta todos los meses.-Le dije.
Pude ver una sonrisa maliciosa en la cara de la persona que tenía en frente de mi. El del polo color azul celeste, de aspecto descuidado anotó en la hoja de mi currículum que yo pedía 1200 €.
Levantó la mirada y me dijo. -No creo que te llamen pero es que si pongo más se van a reír. Eres el que más a pedido y acaba de venir un compañero tuyo de trabajo que a pedido menos.
-Me parecía absurda la pregunta del precio. -Le dije, mientras me levantaba de la silla buscando la puerta de salida y así el final de una humillante entrevista.
Eso no me pasaba con opera y ya me ha pasado un par de veces que he perdido largos post por culpa del firefox..
Bueno a ver si continuas o vuelvo a activar el karma para que te ganes unos cuantos negativos
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