Son más de una las personas que han llegado a mi blog buscando en Google ‘masturbación con huevos atados‘. Como soy un caballero, y además ahora tengo tiempo libre, he decidido probarlo, fotografiarlo y relatarlo para vosotros. Lo sé, me debéis una.
* Para empezar, hay que cogerse los huevos y atarlos. Los míos son extremadamente suaves, así que atarlos se complica. El tamaño no supuso ningún problema, ya que (modestias aparte) considero que son algo mayores que la media. Y (por supuesto) nunca he recibido ninguna queja.
* Antes de atarlos con la cuerda, eso sí, me pareció conveniente rodeármelos con gomas elásticas para mejorar el agarre de la cuerda en torno a mis ovalados activos.
* Como precaución, os recuerdo que estamos trabajando con mis huevos. Los míos, o si decides experimentarlo en tu casa, los tuyos. Recuerda que son delicados: no puedes tratarlos como te dé la gana. Siempre con suavidad, aunque hay que tener clara una cosa: es preferible atarlos un poco fuerte y notar la presión; a que durante la masturbación se os suelten, lo cual daría un resultado más que desagradable.
A mí me van las sensaciones fuertes. Por eso suelo esforzarme para ir un paso más allá. Tengo el placer de comunicar que, además de masturbarme con los huevos atados, además de hacer la foto conmemorativa en pleno momento de éxtasis y compartirla… Necesitaba riesgo. Algo más arriesgado, algo imprevisible. Un elemento con chispa en esta explosiva ecuación.
No sólo he hecho una foto masturbándome con los huevos atados, sino que la he hecho masturbándome (redoble de tambor) con los huevos atados (más redoble de tambor)… ¡Cerca de un enchufe! (aplausos: gracias, gracias, muchas gracias).
Si queréis probarlo, contadnos vuestra experiencia. Tengo que admitir que no me he sentido demasiado especial: digamos que la experiencia no mejora demasiado, pero es algo nuevo. Y sí, en el fondo me siento mejor por haberlo hecho.
Sin más dilación, os enseño la foto, que ya sé que es lo que queréis: el 80% del tráfico global de datos en internet viene impulsado por el deseo de ver huevos. Y si los huevos son los míos, ya ni te cuento.
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Via blog de Yosterkote