El extraño caso del snack que tenia miedo a sufrir una descarga eléctrica. Esto es lo que pensé cuando casi me lo meto en la boca con el ansia de comer esos snacks japoneses del Lidl que compré hace un par de semanas. Andaba yo con una botellita de vino, ya casi apurada, y la pizza que me había zampado me sabía a bien poco. Así que registré la despensa y encontré el paquetito ahí escondido tras el paquete de servilletas. Se me hizo la boca agua, que mejor que unos snacks japoneses para acompañarla última copa de vino. No tenía nada más salado. Aún tengo varios restos de las pasadas navidades. Todo dulce. Que vamos, me gusta mucho, pero me crea hiperactividad, y ya no estoy para trotes, que me gusta estar relajado. Así que me preparo la bolsita, le corto una esquina con las tijeras de la cocina y vierto unos pocos en el plato que tenía aún unas migas de la pizza, me lo llevo al salón y empiezo a deleitarme con tan delicioso manajara saladopicantedecojones. Uhmmm… que bueno! Venga unos pocos más! Ou llea!… En tres «vertidos» se acaba la bolsa, y voy comiendome los últimos despacio, saboreandolos y mezclandolos con el vino, trago a trago, mastica que te mastica, y de pronto, mientras veía Bob Esponja, algo negro en el último snack requiere toda mi atención. ¿Que coño es esto? Le doy varias vueltas mirando atónito e incrédulo, sujetándolo entre el pulgar y el índice. Cojones! – Me digoa mi mismo – ¿Que coño hace un snack envuelto en cinta aislante?
Lo dejé en el plato, y lo observaba detenidamente mientras acababa el vino y me liaba un cigarro. Ahí permanecía, quieto, inmóvil, creo que paralizado por el miedo, por si me atrevía a hacerle alguna tortura con algún cable pelado de esos que te dan el chispazo eléctrico, como en las películas, que les ponen las pinzas en las cositas colgantes. Ya ves, vaya snack, tanto miedo a una descarga eléctrica, merece vivir, y aqui lo he tenido, inmóvil, haciéndome compañía durante unos dias, hasta que hoy, al fin, he decidido contar la historia del snack que tenia miedo a sufrir una descarga eléctrica. Ahora, tras el fogonazo del flash de la cámara creo que lo he visto retorcerse, no mucho, creo que al ser japonés no ha tenido que cerrar mucho los ojos, y lo he depositado en el cenicero, que se relaje en el entorno oscuro. Seguroq ue se me ocurre alguna fechoria. Si. Apagar unos cigarros en su barriga encintada, porque despue´s de unos cuantos días ya me da hasta asco, el, todos sus compañeros de la bolsa, y el Lidl entero, que además de no aceptarme la tarjeta me mete cosas encintadas. Eso si, refritas y con capa de miel y sal. Por lo emnos tienen el detalle de maquillar la mierda que venden.