Mi novia llegó y me pilló jugando Grand Theft Auto. Ella es una persona sencilla, como a mí me gusta, pero en su simpleza tiene detalles desagradables; es muy voluble. Mi novia es una persona que si te ve tomando pepsi, quiere pepsi. Mi novia es aquella que elige lasaña en el restaurante, pero si te ve comiendo champiñones, va a querer champiñones. Mi novia, con toda seguridad, fue uno de esos bebés que tiraba la pelota para ponerse a jugar con la sonaja, pero si otro niño agarraba la pelota, ella la quería de vuelta.

Yo soy y siempre fui uno de esos sujetos que puede disfrutar ver a alguien jugando un videojuego, y si la persona juega bien, para mí es como ver una película. Mi novia, en cambio, es de las que quiere probar, aún si nunca en su vida agarró un control de Xbox 360…

Todo empezó con esta horrible, siniestra pregunta: «¿qué estás jugando?», – «Grand Theft Auto», respondí. Automáticamente me arrebata el control y me empuja, igual a como hacía el hermanastro de Harry Potter cuando quería algo. Acuérdense que mi novia es gorda, así que un empujón de ella no es realmente un empujón sino una embestida.

Tira su cartera a la cama y se sienta donde estaba yo, con una sonrisa obscena, mirando el televisor.

«¿Cómo se juega?». Esa es la pregunta más tediosa que pueden hacerle a uno. Puedes preguntarme cómo se juega Mario Kart, cómo se juega Castlevania, incluso cómo se juega Metroid, pero nunca cómo se juega un juego de hoy. Aprender todos los detalles de un juego actual equivale casi a la tercera parte de una materia simple de la Universidad.

Así que al cabo de un rato, ella va trotando por Liberty City con un lanzamisiles en la mano. No deja de sonreír, como si hacer eso la entretuviera una enormidad. De alguna manera, averigua cómo disparar el lanzamisiles y mata a diez personas. No dice nada, sólo mira a la pantalla sonriendo. Me pregunto si cree que eso es todo lo que hay que hacer en el juego. En otras circunstancias le diría que hay que hacer mucho más, pero eso la entretiene, y la dejo ser…

Se acerca a un puestito de hotdogs. «Aaaay, ¿se puede comer en el juego?». «Sí, gorda, se puede comer». Me gasta 5 dólares en comida. No entiendo por qué la gorda quiere comer en un juego, pero lo hace, y sigue sonriendo.

Me pregunta si hay otras armas, le digo que sí, y le enseño a seleccionarlas. Ella no sabe nada de armas, absolutamente nada, pero se las arregla para hacerse con la segunda más letal: el rifle automático. Empieza a disparar como una posesa a todo lo que ve. Le sale una estrellita, lo que quiere decir que la policía la está buscando. Ella obviamente no se percata, pero cuando ve al manojo de polígonos en uniforme persiguiéndola, se asusta. Es la primera vez que osan enfrentarla desde que tomó el control. Es ahí cuando comete su primer error: mata al policía.

Salen ahora dos estrellitas. Quiere decir que van a enviar patrullas. Se escuchan las sirenas. Ella me exige saber cómo escapar. Le digo que se robe un auto, pero obviamente no sabe cómo. «Presiona el botón Y». Empieza a hacerlo, pero lejos de la calle, como si creyera que el vehículo se fuera a aparecer mágicamente. Veo las lágrimas invisibles de mi control mientras la gorda aplasta el botón amarillo con su monstruoso pulgar. Se escucha un CLAC CLAC CLAC cada vez más fuerte, porque no se le ocurre que si se quiere subir a un vehículo, debería acercarse a uno primero.

«Gorda, acércate a algún carro, el que quieras». Una vez, un amigo que se llama Luis, me dijo que jugó a ver pasar la gente y tratar de determinar qué sería ‘esa’ persona si fuera un carro. Esto me lo recordó, porque la gorda escogió algo acorde: un camión inmenso.

Me imaginé a mí mismo como Bumblebee, y ella una cisterna de 18 ruedas, persiguiéndome…

«Gorda, ese camión no sirve, es muy lento». La gorda grita como un monstruo y embiste a dos patrullas de policía, que se voltean. Doy un respingón asustado y miro la puerta, nervioso, no vaya a ser que mi madre haya escuchado…

«¡Coño gorda por favor!», ella lanza un gruñido porque un taxi se entromete en su camino, lo embiste. Destruye cuatro postes de luz y hace puré a un número indeterminado de peatones. Tres estrellas.

«Gorda no vuelvas a hacer eso», pero ella no escucha, está en trance; hace pedazos otra patrulla y formula una pregunta típica de quien no sabe nada de videojuegos: «¿cómo escapo de la ciudad?», «gorda, no puedes escapar de la ciudad, la ciudad es todo lo que hay, es el mundo del juego». Me contesta con un ronquido exasperado.

Al final del puente Golden Gate, los policías (y algunos camiones del FBI) están cerrando el paso. La gorda arroja otro rugido peor y más grave que el anterior y destruye la barrera. «¡Coño gorda, no seas anormal, no grites!». Pero no me escucha. Gira por una calle (casi voltea el vehículo) y sigue escapando. Los peatones se arrojan a los lados, se escucha un helicóptero…

Pronto, la gorda se mete a un área verde de la ciudad, y empieza a atropellar gente a diestro y siniestro, su sed de sangre no se ve satisfecha con nada: se pueden ver pedazos de civiles volando y gritos electrónicos que salen de la malla metálica del televisor. Mujeres, ancianos, hombres… nada escapa de su furia. La gorda ya no es la gorda, es una diosa primigenia, insatisfecha, sedienta y lovecraftniana. Vuelve a gritar demandando a los policías que no la estorben. Me pongo muy nervioso y busco en mi estantería. Cojo un cuaderno donde anoto mis ideas de escritor y empiezo a pegarle en los brazos y en los hombros. Ella ronca, gruñe y me intenta atacar, no como su novio, sino como alguien más que intenta privarla de su objetivo entre la realidad y el videojuego.

En ese momento en que, desesperado, me atrevo a darle en la cabeza, pienso en que ya no estoy tratando de hacer que la gorda primitiva se calle, lo único que quiero es detenerla, pero ella me lanza manotazos, y al mismo tiempo se las arregla para seguir matando gente a bordo de su camión, y nada logra reducirla. ¿Cómo empezó esto en primer lugar? ¿Por qué pasan estas cosas? ¿De dónde vino la gorda, y hacia donde se dirige?

Fue finalmente detenida cuando tenía cuatro estrellas. Hicieron falta varios camiones del FBI y un escuadrón de las SWAT. Cuando el personaje murió, fue un momento ideal para apagar la consola y quitarle el control.

Sin embargo, ahora tenía un nuevo problema: estaba excitada…

Grand Theft Auto más nunca volverá a ser lo mismo para mí.

Fuente:
http://www.dross.com.ar/La_novia_que_juega.htm